La dietética, desde hace décadas, parecía una ciencia inmutable… lo que era comida sana y los hábitos de vida parecían ser más o menos estándar, con lo que comer bien no era tan difícil. Luego empezaron las «modas» a partir de ciertos estudios científicos posiblemente sesgados: que si los productos light sin grasa, que si los productos sin azúcar añadido, las dietas milagro, huevos solo dos, ahora todos los que quieras, que si embutidos sí, que si embutidos no…
¿Qué dieta es mejor para mí?
La dietética está enloquecida: que si dieta cetogénica, que ayuno intermitente sí, que si no, que si de esta forma o de la otra, que si tengo que meter proteínas a cascoporro, que si mejor no por el riñón, que mejor las dietas low-carb, que…. ¿No nos estamos volviendo un poco locos? De cada estudio que se publica sale otro diciendo lo contrario. Nos queremos basar en evidencia científica pero ni la ciencia se pone de acuerdo, dice y se desdice, y entre tanta información se erigen ciertos gurús con la bandera de la verdad: «Esto es así porque lo digo yo»…
Hasta la propia pirámide de la SENC sobre la dieta mediterránea ha ido variando a lo largo de los años, y ni os cuento si además tenemos en cuenta el plato de Harvard o la pirámide invertida japonesa.
La dietética no para de cambiar
Pues no, partamos de la idea de que no sabemos nada, y que lo que quizás hoy defendemos a capa y espada mañana podemos argumentar lo contrario. Las verdades en dietética son pocas, el resto habrá que ir individualizando, probando y buscando la solución idónea para cada persona que pasa por la consulta.
A partir de aquí trataré de generar un blog lo más neutro posible y siempre con la máxima: «Esto es así, o quizás no, pero vamos a intentarlo».