Las grasas, o lípidos, han estado muchos años demonizadas y perseguidas, todavía arrastrando a día de hoy su mala fama. De vez en cuando me encuentro en consulta a personas que huyen despavoridas de las mismas como si hubiesen visto al diablo. Tratan de tomar el mínimo de grasas en su dieta y si es cero mejor, como si no fuesen de importancia las grasas. No es la moda el momento, más bien es la de tomar proteínas a mansalva, fue una moda de unos años atrás pero que todavía perdura: aún es posible encontrar numerosos productos en los lineales del supermercado con productos 0% materia grasa o light, cuando la mayoría de las veces no son más sanos que los productos con la cantidad habitual de materia grasa.
¿Para qué sirven las grasas en nuestro cuerpo?
¿Cuáles son las funciones de las grasas en el organismo? Pues bien, la importancia de las grasas radica en primer lugar en su función energética, 9kcal por gramo; cumplen una función estructural corporal, de las membranas celulares y de la vaina de los nervios. Protegen y sostienen a las vísceras, tienen funciones hormonales, de transporte de lípidos en sangre y de las vitaminas liposolubles. Con tantas funciones en la dieta, ¿cómo nos las podemos quitar?
Las grasas de la dieta, sean animales o vegetales, se dividen en ácidos grasos monoinsaturados, poliinsaturados y saturados. Y todos son necesarios en su justa proporción, dando prioridad a las monoinsaturadas y en menor medida a las saturadas, aunque todas son necesarias.
Caso aparte son las grasas trans, que son grasas parcialmente hidrogenadas para que pasen de estado líquido a sólido. Se usa con aceites vegetales para darles una textura sólida, tipo margarinas, y que son añadidos en numerosos productos ultraprocesados y de bollería. Este tipo de grasas obstruye las arterias y aumenta el riesgo de cardiopatías. Por tanto, es muy importante leer las etiquetas de los productos que consumimos y prescindir de los que tengan grasas trans y un exceso de grasas saturadas.
