El azúcar de mesa, o sacarosa, es un disacárido formado por una molécula de glucosa y otra de fructosa, y se obtiene de la remolacha o de la caña de azúcar, un 73% de la producción mundial de esta segunda. Su composición mayoritaria es de hidratos de carbono, con lo que 1 gramo aporta 4 kcal pero prácticamente sin ningún valor nutritivo, son lo que llamamos “calorías vacías”, que tampoco mejoran mucho con lo que llamamos “azúcar moreno”.
Demonizar el azúcar
¿Es malo el azúcar? Bueno, por sí mismo no hay alimentos buenos ni malos, el problema es su exceso de consumo. Es igual que cuando se demonizaron las grasas, que todos los productos eran «light». ¿Es prescindible en nuestra alimentación? Totalmente. No es necesario añadirlo a ninguno de nuestros alimentos, pues lo que hace es disfrazar el sabor de lo que comemos dándole un toque dulce. Pero tampoco lo demonicemos, por tomarse un poco de azúcar o mermelada al día tampoco pasa nada, ¡que de ser tan estrictos también nos puede dar un ataque de ansiedad! Pero es verdad, se puede vivir sin azúcar añadido perfectamente ya que la misma fruta, por ejemplo, ya tiene cantidades suficientes de glucosa o fructosa que nos aportan hidratos de carbono suficientes para el día a día.
Leer las etiquetas
¿Qué sucede con la industria alimentaria y los azúcares? Pues que ahí sí hay que tener cierto cuidado no maniático y tener en cuenta lo que se compra mirando las etiquetas. En ocasiones podemos encontrar azúcar añadido en productos precocinados como el sencillo tomate frito “receta artesana”. Sí, dicen que para neutralizar la acidez, pero, ¿y si a mí me gusta ácido? Y ya por no hablar de los refrescos, la bollería o los “sanísimos” cereales para el desayuno. Medio litro de un refresco azucarado puede contener 45g de azúcar, lo equivalente más o menos a cinco sobres de azúcar.
¿Y si cambiamos el azúcar por otro edulcorante natural? Pues mi opinión es que pueden causar trastornos en la microbiota intestinal. Si hay que endulzar puntualmente, mejor azúcar de panela que blanco, pero en cualquier caso limitarlo. Un exceso de azúcares produce picos de insulina, futuros problemas de diabetes y posible aumento de la grasa corporal si no se gastan todos los hidratos de carbono ingeridos durante el día.